Es un desorden genético que se manifiesta
con deformidades (en longitud y forma) de las
extremidades anteriores. Es del tipo simple autosomal
recesivo, por lo que tanto el macho como la hembra
deben ser portadores del gen (aunque no manifiesten
alteración alguna), para producir un cachorro
condrodisplásico. En Europa ha sido diagnosticada
rara vez, aunque en 2011 apareció una hembra
afectada.
Hay muchos grados de afección. En estas
fotos, cedidas por Linda Dowdy del Club del Alaskan
Malamute de Minnesota, puedes ver un perro ligeramente
afectado (izquierda) y otro afectado de forma
severa (derecha).
En Estados Unidos, el Club del Alaskan Malamute
de América, inició en los años
70 un programa para erradicar la enfermedad. Algunos
perros fueron sometidos a cruces prueba con perros
condrodisplásicos. Si eran portadores del
gen, la mitad de los cachorros resultantes del
cruce estarían afectados. Si no eran portadores,
todos los cachorros serían sanos (aunque
a su vez serían portadores). A partir de
los datos obtenidos por estos cruces, se puede
estudiar el pedigree de un perro para determinar
la probabilidad de que sea portador. Si es mayor
del 6,25%, mucha gente desaconseja
usar esos ejemplares para cría. No obstante,
puesto que el certificado sólo
determina la probabilidad de que sea portador
del gen defectuoso (no significa que
esté libre de la enfermedad) y ante el
gran número de ejemplares que quedarían
fuera de los programas de cría, es habitual
usar malamutes sin certificación sobretodo
en Europa.
Foto de una cachorra de malamute condrodisplásica,
nacida en 2011. Cortesía de su propietaria.
Si se sospecha que un perro puede ser condrodisplásico,
puede diagnosticarse por radiografía y
análisis de sangre, aunque éste
último método no es del todo fiable.
Se están llevando a cabo numerosos esfuerzos
para conseguir un test de ADN que resuelva con
un 100% de seguridad si el perro está libre
por completo o es portador. Eso sería sin
duda la solución ideal, como recientemente
ha pasado con la polineuropatía.
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