Se usa la palabra epilepsia
cuando nos referimos a convulsiones repetitivas.
Las convulsiones pueden suceder una única
vez en la vida del animal debido a múltiples
causas, pero sólo cuando las convulsiones
se repiten una y otra vez en un periodo de tiempo
podemos hablar de epilepsia o ataques epilépticos.
Los
ataques epilépticos indican que hay un
daño en el cerebro. Si podemos identificar
la causa de las convulsiones, como por ejemplo,
por un tumor o un golpe, entonces se dice que
el perro tiene epilepsia sintomática
o secundaria. En cambio, cuando no es
posible encontrar qué produce esos ataques
epilépticos, entonces se habla de epilepsia
idiopática o primaria (el término
idiopático significa simplemente que se
desconoce la causa). En ocasiones una epilepsia
secundaria puede confundirse con una primaria
cuando la causa que la provoca pasa desapercibida,
por ejemplo, un pequeño derrame cerebral
que se produzca en el momento del parto o un golpe
pequeño que no vemos producirse y que tampoco
aparece en los escáneres cerebrales. La
foto es de una resonancia magnética realizada
al alaskan malamute "Tailfly Turnround Glider
at Katabatic" propiedad de Katabaticmals,
realizada para confirmar su epilepsia. Gracias
a Kat Copley-Holland por su aporte.
Sin embargo, si estamos seguros de encontrarnos
ante un caso de epilepsia idiopática
tenemos que pensar que se trata de una enfermedad
hereditaria en la mayoría de los
casos. De hecho, en ciertas razas existe una clara
predisposición genética a la epilepsia
y en el alaskan malamute también parece
que en los pedigrees de muchos perros afectados
aparecen antepasados en común. El problema
es que los investigadores piensan que intervienen
2 ó más genes,
por lo que es muy difícil rastrearla y
definir al culpable cuando se estudia un pedigree.
También se dificulta la posible obtención
de un test de ADN que identifique a los ejemplares
portadores de la enfermedad.
Los perros con epilepsia idiopática normalmente
empiezan con los ataques entre el año
y los 3 años de edad. Los ataques
o convulsiones normalmente se dan cuando el perro
está en reposo o duerme: si los ataques
se dan cuando el perro hace ejercicio deberíamos
pensar en problemas de corazón o una bajada
de azúcar.
En un ataque epiléptico, el perro cae
de lado, estira las patas y echa la cabeza hacia
atrás. Una vez que las convulsiones empiezan,
el animal no es consciente aunque sus ojos permanezcan
abiertos. Algunas veces pueden incluso emitir
sonidos sin que eso signifique que están
sintiendo dolor. Pueden babear, orinar y defecar
en el proceso puesto que tampoco controlan sus
esfínteres. Normalmente, esta fase, denominada
fase tónica es muy breve
(dura unos 30 segundos) y da paso a la fase
clónica, en la que se producen
movimientos rítmicos como si el perro corriera.
Puede que deje de respirar y su lengua se vuelva
azul.
Para los que han presenciado un ataque epiléptico,
el proceso les parece eterno pero no suele durar
más de minutos. A mayor duración,
mayor riesgo de que se convierta en algo crónico
y se repita con mayor frecuencia. Es importante
saber cómo
actuar en el caso de que nuestro perro sufra un
ataque epiléptico.
La epilepsia se diagnostica mediante la anamnesis
que realiza el veterinario y que descartará
en primer lugar una posible epilepsia de origen
sencundario. Por ejemplo, conozco casos de epilepsia
por tumores o por mala absorción de la
vitamina
B12. Si no hay ninguna causa primaia que la
provoque, se puede hacer por un electroencefalograma
(EEG) aunque este método en perros puede
complicarse si es necesario sedar al animal ya
que los fármacos pueden interferir en el
resultado de la prueba.
La epilepsia idiopática no tiene curación.
Se utilizan medicamentos tales como el fenobarbital
o el diazepan únicamente para controlar
e intentar evitar los ataques epiléticos.
Es importante que el veterinario ajuste la dosis
a suministrar, y no se debe alterar el tratamiento
sin que lo autorice el veterinario. Mucho menos
dejar de dar la medicación al animal o
los ataques podrían comenzar rápidamente
de nuevo.
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